El traductor de etiquetas: una propuesta
21/12/2016
Tiempo de lectura: 3 minutos
¿Cómo sería una etiqueta que te permitiera apreciar de un vistazo si la comida que ves en las estanterías de supermercado es buena, mala o regular para tu salud y para tu planeta en general? Este tipo de etiquetas semáforo emiten alertas rojas cuando algo (por ejemplo el contenido en azúcar) está claramente salido de madre, y tranquilizadores destellos verdes cuando la proporción o el origen de los ingredientes es adecuada. Se ha intentado hacerlas oficiales varias veces, pero con poco éxito. Así que no tenemos más remedio que armarnos de rotuladores y dibujar nosotros mismos nuestras etiquetas semáforos, haciendo algo parecido a lo que hace un traductor con un texto en idioma extranjero. Veamos algunos ejemplos (mas información al final).
Sardinas de lata
El tomo verde general indica un alimento sano y sostenible en general, tal vez algo largo en sal. Si la lata estuviera serigrafiada, eliminando la necesidad de otra capa de cartón en el envase, todas las luces estarían en verde. Es un ejemplo de alimento procesado casi perfecto.
Pastas caseras
Hay mucha tradición de fabricar dulces y pastas con recetas inocentes, del estilo de «harina, huevos, azúcar y aceite», sin nada más. Evidentemente están sobradas de azúcar, pero nadie te engaña al respecto, por algo se llaman «dulces».
Bebida refrescante de zumo de frutas
En realidad el zumo no llega al 5% del producto, y procede de concentrado. Esta bebida tiene cuatro luces rojas: demasiados aditivos, demasiados ingredientes, demasiada azúcar y demasiados componentes cuestionables.
Cereales de desayuno
Cuatro luces rojas y cinco naranjas indican un producto preocupante. Contiene muchos aditivos, montones de ingredientes, exceso de azúcar, sal y grasas peligrosas y toda clase de ingredientes que no debería llevar, como aceite de palma o jarabe de glucosa de maíz.
Etiqueta tipo
Imprímela y llévala contigo la próxima vez que vayas de compras.
Notas
• Muchos aditivos, no todos, se identifican con la letra E-seguida de un número.
• El número de ingredientes debería ser considerado en relación con los ingredientes necesarios en la receta original. Por ejemplo, un pastel con relleno y adornos puede necesitar más de diez ingredientes, pero unos «nuggets» de pollo con más de cinco ingredientes son sospechosos (y algunos tienen más de veinte).
• El contenido en azúcar se refiere al azúcar añadido, no al que pueda contener de forma natural, por ejemplo, un zumo de frutas.
• Lo mismo se aplica al contenido de sal.
• Las «grasas peligrosas» no tienen fácil definición. Conviene evitar las grasas saturadas, trans y transformadas industrialmente. En general, hay que desconfiar cuando la etiqueta indica «grasas de origen vegetal o animal», sin especificar procedencia.
• Los componentes cuestionables serían aquellos que se añaden para mejorar el poder adictivo del alimento, haciéndolo más untuoso, sabroso, crujiente, etc. Por ejemplo, el famoso aceite de palma, el jarabe de glucosa de maíz, etc.
• La distancia es importante en alimentos frescos, como las frutas traídas de 12.000 km de distancia a un costo exorbitante, y menos importante en alimentos de resistencia, como legumbres y cereales.
• Un envase complejo con varias capas de distintos materiales es difícil de reciclar.
• El apartado «método de obtención» debería recoger todas las ecoetiquetas disponibles (agricultura ecológica, denominación de origen, comercio justo, pesca sostenible, etc.). La presencia de una de ellas indicaría luz verde en este apartado de la etiqueta.