26 millones de aficionados y 4,5 millones de delincuentes
11/05/2017
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La masacre continúa: unos 40.000 muertos por accidentes de tráfico en los últimos diez años, cientos de miles de heridos de diversa gravedad. Es una cifra que la sociedad acepta sin pestañear, el precio que hay que pagar por la libertad de movimientos que proporciona el automóvil. En los últimos años la situación ha mejorado mucho, estamos en menos de 2.000 muertos anuales cuando en la década de 1990 se alcanzó la cifra de 9.000. En proporción al número de vehículos, hay diez veces menos muertos en accidentes de tráfico ahora que hace medio siglo.
La Dirección General de Tráfico tiene disponible en su página web la Estrategia de seguridad vial 2011-2020, que marca diferentes objetivos, el principal bajar de la tasa de 37 muertos por millón de habitantes al año en accidentes de tráfico, que serían algo más de 1.700. Este objetivo se ha conseguido (aunque hay indicios preocupantes de que tiene tendencia a volver a crecer). La reducción de la siniestralidad del tráfico en España es impresionante, pero se puede llegar más lejos. En Suecia funciona la llamada Visión Cero, la idea de que un solo muerto en la carretera es inaceptable, y esperan conseguirlo para 2050.
Hay muchas medidas a poner práctica para reducir la siniestralidad. Todas se pueden consultar en la Estrategia de seguridad vial, son centenares que deben funcionar en estrecha coordinación. De entre ellas llaman la atención algunas, que pintan una idea de cómo será el tráfico en los próximos años.
La Estrategia plantea “un millón de ciclistas más sin que se incremente su tasa de mortalidad”. La coexistencia entre automóvil y bicicleta es un problema de creciente gravedad, el número de ciclistas muertos y heridos no para de crecer. Al mismo tiempo la bicicleta es el vehículo de elección de la movilidad sostenible. Pero en la carretera tiene todas las de perder. Algo parecido ocurre con los peatones. Caminar es el medio de transporte más sostenible pero todos los años mueren cientos de personas en atropellos.
La tecnología puede tomar un papel importante. La Estrategia de la DGT alude en ocasiones a la implantación de limitadores de velocidad y de “Alcolocks”, bloqueadores de la conducción según el grado de concentración de alcohol que presente el conductor. La tecnología podría acabar de un plumazo con los accidentes si se implanta la conducción autónoma, pero eso tardará en llegar.
La limitación de la velocidad es una medida fundamental, tanto en carretera como sobre todo en ciudad. El límite urbano de 30 km/h se está imponiendo, con reducciones ulteriores en barrios de tráfico pacificado, supermanzanas, etc, donde no debería pasar de los 10 km/h. Pero esta medida lógica se enfrenta a grandes resistencias por parte de varios grupos de opinión, que reclaman subir el límite a 130 km/h en autopista o simplemente a eliminarlo. Hay que tener en cuenta que los expertos opinan que por encima de 80 km/h un coche es un bólido incontrolable.
Hay muchas medidas de todo tipo para llegar a la cifra de cero muertos en accidente de tráfico: mejoras en la seguridad de los vehículos, mejoras en la señalización de las carreteras, educación vial, campañas de concienciación, métodos mejorados de detección de drogas y alcohol, etc. No obstante, se reconoce que un problema fundamental es la cultura del uso del coche.
Que más de un 20% de fallecidos no llevaran el cinturón de seguridad puesto es un síntoma de la cultura de rechazo de las normas muy extendida. Una reciente encuesta mostró que 4,5 millones de conductores, el 17 % del total, reconocerían haber cometido un delito contra la seguridad vial, como conducir borrachos o a velocidad muy excesiva. El asunto de los radares es otra muestra: se llegaron a vender detectores de radares de control de velocidad, luego declarados ilegales. Se supone que un conductor normalmente constituido solo acata las normas de tráfico cuando le están vigilando.
Otro problema es la confusión entre el coche como vehículo de placer y libertad, asociado a valores como la deportividad y la aventura (sic) que los vendedores de automóviles remachan una y otra vez, y la prosaica realidad: el coche es un medio de transporte como otro cualquiera, conducido en un 99% de los casos por aficionados, que por su gran peso y potencia está siempre a una décima de segundo de provocar un grave accidente con víctimas, en cuanto el conductor se distraiga un instante. ¿Te gusta conducir?