Sentencia de muerte para los nuevos continentes
14/03/2018
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En estos últimos años países como Suecia o Francia, y recientemente la Unión Europea, se han puesto como objetivo acabar con los plásticos y la obsolescencia programada. Para ello han empezado a poner en marcha planes para instaurar una economía circular que cambie nuestra manera de consumir y producir para así reducir o reutilizar los desechos generados. ¿Y por qué es esto un paso importante? Bueno, voy a contarles una historia.
En la zona del Pacífico Norte donde convergen varias corrientes (también llamado giro oceánico), se descubrió a finales de los años 80 un continente muy singular, pues no era producto de ningún volcán u actividad sísmica, su origen era humano. Tristemente con humano no hablamos de una obra de ingeniería visionaria, sino de una isla de basura. Si, el Continente de plástico es un vertedero que flota en el océano y cuyo tamaño estimado es de 1.400.000 km², lo que viene siendo unos 130 millones de campos de fútbol, cubiertos de microfragmentos de plástico. Años más tarde este mismo fenómeno se ha descrito en los otros grandes giros oceánicos: Pacífico Sur, Atlántico Norte y Sur y Océano Índico. Moraleja: estamos rodeados de basura y tenemos que actuar ya, por eso es tan importante que desde las instituciones se esté moviendo ficha.
Muchos se llevarán las manos a la cabeza tratando de entender cómo es posible que hayamos llegado a esta situación, pero les propongo que hagan un ejercicio: piensen en el lugar donde compran habitualmente y pónganse en el supuesto de que tienen que comprar unos plátanos, los cuales tiene que pesar para obtener la pegatina del precio. Seguramente en su mente ha cogido la manilla de plátanos y los ha metido en una bolsa de plástico. Ahora pensemos en los plátanos, una fruta con cáscara gruesa, ¿realmente era necesaria esa bolsa de plástico? No, perfectamente podríamos haber puesto la pegatina en uno de ellos.
Como este ejemplo de uso innecesario hay mil más a nuestro alrededor, solo hay que ver la de kilos de ropa que son consumidos y desechados cada año (en la UE se genera anualmente entre 1.5 y 2 millones de toneladas de ropa usada de la cual un 60% está fabricada con poliéster, un material plástico no biodegradable) (1).
Desengancharse de nuestra forma de consumir no es fácil, nos han enseñado que los que más consumen son los más exitosos, que para ser los mejores tenemos que estar a la moda y tener el último teléfono móvil, etc. Entonces, ¿cómo va a ser posible un mundo dentro de la economía circular?
Imaginemos cómo podrían ser nuestras mañanas dentro de esta nueva economía.
Nada más levantarnos nos preparamos el desayuno, los cereales los tendríamos guardados en un bote de cristal que cada semana rellenamos en la tienda de alimentos a granel y la leche la hemos comprado en una botella de cristal o tenemos una botella que rellenamos cada poco en la máquina expendedora del super. En la ducha utilizamos jabón y champú sólido que guardamos en latas o recipientes de cristal, y nuestro cepillo de dientes está hecho de bambú en vez de plástico.
Llega la hora de vestirse, los vaqueros son de una tienda de segunda mano y la camiseta de algodón 100% tiene ya unos años pero gracias a su calidad parece que el tiempo no ha pasado por ella, nuestra chaqueta la llevamos a reparar hace una semana porque la cremallera se había roto y nuestras botas nuevas las cambiamos por una mochila el otro día a través de una plataforma de intercambio.
Antes de salir ponemos la lavadora. Se nos estropeó hace poco pero debido a la política de apoyo a las reparaciones de la UE nos ha salido mucho más barato el arreglo que comprar una nueva, ¡y encima no hemos tenido que pagar impuestos! Cojemos nuestra bolsa de tela con los envases a devolver en la tienda y nos ponemos en marcha.
Como veis en realidad la economía circular no implica una difícil transición, en realidad es volver a cómo se entendía la vida antes del boom del consumo desenfrenado.
Hay muchas cosas simples que podemos hacer para ir adaptándonos a estas nuevas circunstancias. Por ejemplo, para disminuir nuestros desechos podemos empezar haciendo algo tan simple como no utilizar pajitas, sustituir el uso de agua embotellada por una botella reutilizable o comer helados en conos de galleta en vez de en tarrinas de plástico con cucharillas (también de plástico).
Como consumidores y ciudadanos tenemos una responsabilidad hacia nuestro entorno. Es importante que a la hora de comprar seamos conscientes de lo que nos llevamos, que nos hagamos la magnífica pregunta ¿realmente lo necesito?, o ¿puedo consumirlo de otra manera?
Fotografía: Monica Volpin en Pixabay.
(1) Informe de GreenpeaceFact Sheet Timeout for fast fashion (2016)