Nuestra olvidada historia energética
30/01/2018
Tiempo de lectura: 7 minutos
Ahora que se acerca el trámite parlamentario de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, puede ser buena idea ver cómo han funcionado otras transiciones de la energía de nuestra historia reciente. En general, la transición energética que se plantea ahora es un retorno a lo que hemos usado en el 99,99% de la historia humana, es decir, la energía renovable del agua, el sol y el viento.
Aunque parezca mentira, durante muchos siglos, la gente quemó leña y utilizó molinos eólicos y ruedas hidráulicas para conseguir la energía que necesitaba para calentarse y mover sus fábricas y talleres. No se usaba ni una partícula de carbón, ni petróleo, ni gas, ni combustible nuclear. Es verdad que el consumo de energía por persona era muy pequeño en comparación con el actual.
Primera transición: carbón
A mediados del siglo XIX en España (en Inglaterra mucho antes) comenzó a usarse el carbón en las industrias y en las casas, y rápidamente el auge de los ferrocarriles implicó la multiplicación de su consumo. Hacia 1900 España era renovable todavía en general pero con islas de energía fósil, en las grandes ciudades y los trenes que las conectaban.
Segunda transición: electricidad
Entre el siglo XIX y el siglo XX la electricidad se convirtió en una energía popular, cada vez más usada en hogares e industrias. La fabricación de electricidad comenzó siendo fósil, a base de carbón en pequeñas centrales situadas en el centro de las ciudades. Pero pronto se vió que era mucho mejor producir fluido en centrales hidráulicas. Hacia 1950 casi toda la electricidad se fabricaba en centrales hidroeléctricas, renovables y no contaminantes. Estas centrales todavía existen hoy y son la joya de la corona de las compañías eléctricas.
Hacia 1970 se tomó la decisión de construir enormes centrales térmicas de carbón, petróleo, energía nuclear y gas natural (por ese orden de aparición) para fabricar electricidad, y la producción hidráulica quedó reducida a un porcentaje pequeño. Pero la historia no acaba ahí: hacia el año 2000 los aerogeneradores tomaron el relevo y, sumados a la tradicional hidroelectricidad y a la novedosa fotovoltaica, con algo de biomasa, han llegado a suponer cerca de la mitad de la producción de fluido eléctrico.
La electrificación se plantea actualmente como una panacea de la transición hacia una energía sostenible. Los hogares y las industrias ya están muy electrificados, ahora le toca el turno al transporte.
Tercera transición: petróleo
En 1900 no había automóviles en España, y cinco años después se podían contar con los dedos de una mano. Pero hacia 1930 ya había un cuarto de millón. Al mismo tiempo, se abandonaron los planes de trazar una red densa de ferrocarriles y se apostó por el transporte por carretera. Esa decisión multiplicó la demanda de petróleo. Paulatinamente se fue utilizando este combustible en toda clase de usos, en fábricas e incluso para producir electricidad. Tuvo un impacto fundamental la introducción del butano en bombonas, que pronto abasteció millones de hogares. Hacia 1975 la petrolización del país era completa, casi un 80% de la energía total consumida era a base de este combustible, que llegó a arrinconar al carbón. Luego comenzó su lento declive, y actualmente apenas supera el 40% de la energía básica.
Cuarta transición: nuclear
Los planes de nuclearizar España se hicieron a lo grande durante la década de 1960. Se pensaba ir hacia un modelo francés (que obtiene de la energía nuclear casi toda su electricidad). Al final se pusieron en marcha 9 centrales que solo consiguieron aportar menos de un tercio de la producción eléctrica. Con el cierre de la central de Zorita, inaugurada en 1969, comenzó la lenta desnuclearización de España.
Quinta transición: gas natural
El gas ciudad era muy utilizado en las ciudades españolas desde finales del siglo XIX. Era un subproducto del carbón y su distribución era estrictamente local. Hacia 1960 comenzó la gasificación del país, comenzando por Barcelona y por el consumo doméstico. Hacia 2000 el proceso ya estaba maduro, el gas ciudad había desaparecido y los gasoductos cubrían todo el país en una red densa. El gas natural encontró un uso muy importante en la fabricación de energía eléctrica, en las llamadas centrales de ciclo combinado, muy eficientes comparadas con las de carbón. Poco a poco se le buscaron nuevos usos, recientemente se está planteando gasificar la flota automovilística.
Sexta transición: hacia una energía sostenible
Ahora mismo, con la Ley de Transición Energética en marcha, se están tomando decisiones que deben contar con el peso de la historia energética del país. La idea central es multiplicar el peso de las renovables en la cesta energética. La energía hidroeléctrica ya no permite mucho crecimiento, pero la eólica puede multiplicar su aportación, y la fotovoltaica es un campo inexplorado todavía. El autoconsumo eléctrico a base de paneles fotovoltaicos puede ser el puntal de esta transición energética que se avecina. Y en general pasar del concepto antiguo de unas pocas centrales eléctricas abasteciendo a millones de usuarios a otro en que millones de hogares serán tanto productores como consumidores de electricidad.
¿Y qué va a ocurrir con la energía nuclear y las energías fósiles que hemos heredado? De más antigua a más reciente, el carbón está abocado a una pronta extinción en la que todo el mundo está de acuerdo. Ya no se usa en los hogares, apenas en la industria, y su último reducto es la fabricación de energía eléctrica en centrales térmicas.
El petróleo también está caminando hacia su desaparición. No se usa mucho en hogares ni en la industria, y mucho menos para fabricar electricidad. Pero su reducto son los 30 millones de vehículos que se mueven por las carreteras españolas, que queman gasolina o gasóleo. La electrificación del transporte está en marcha, pero a un ritmo muy lento.
La energía nuclear supuestamente llegará a su fin hacia 2030, cuando todas las centrales lleguen al final de su vida útil. Dejará una pesada herencia, los emplazamientos de las centrales que nadie sabe muy bien cómo descontaminar y un almacén centralizado de residuos nucleares que no termina de definir su emplazamiento después de décadas de discusiones y rechazos vecinales.
El gas natural es energía fósil, y por lo tanto incluida oficialmente en las energías a extinguir, pero lejos de retroceder intenta copar más usos y mercados. En general, se plantea como la energía de transición para la transición energética, más limpia que el carbón y el petróleo.
Actualmente algo menos del 20% de la energía primaria en España es sostenible, es decir renovable. El resto se lo reparten cuatro tipos de energía que hemos heredado del último siglo y algo más allá: carbón, petróleo, nuclear y gas natural. Son cuatro huesos que roer de diferente dureza, pero hay que tener en cuenta que las transiciones energéticas pueden ser muy rápidas, como muestra la historia. Tal vez en pocos años podamos ver España descarbonizada, despetrolizada, desnuclearizada, desgasificada… y renovabilizada.
Fotografía: fragmento de la portada de El Duero y su cuenca, revista de la Confederación Hidrográfica del Duero (1930)