Retorno al futuro: tu próximo coche será una bicicleta
28/07/2021
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No hubo que convencer a nadie de las ventajas de la motorización: la gente, sencillamente, hizo todo lo que estuvo en su mano para conseguir, sucesivamente, una Mobylette, una Vespa y un Seat 600. Pagaban y conseguían algo tangible, por ejemplo poder ir al campo todos los fines de semana en su cochecito. Llegó un momento en que hubo que cambiar de coche, y el que pudo se compró un Ford Fiesta o un Renault 5. Poco a poco, los coches aumentaron de tamaño, y actualmente la masa automovilística privada, solo en nuestro país, asciende a unos 30 millones de toneladas. Esa es aproximadamente la misma cantidad de combustible petrolífero que quema todo el parque automovilístico para moverse a lo largo de un año, de donde sale la cifra de 75 millones de toneladas de CO2 lanzado a la atmósfera anualmente por el coche privado en España, sin contar muchos miles de toneladas de partículas, hidrocarburos, óxidos de nitrógeno y otros contaminantes.
Ahora lo que hay que hacer, dentro de la lucha contra el cambio climático y por un mundo más sostenible, es eliminar esa gigantesca emisión de contaminantes. El camino está más o menos trazado: de aquí a15 años estará prohibida la venta de coches de motor térmico, para 2050 toda la masa de vehículos privados será de emisión nula. Hay muchas más medidas en marcha para poner palos en las ruedas del coche de motor de explosión. Se restringe la libertad de movimientos del automóvil contaminante, por ejemplo impidiendo su entrada en la ciudad o reduciendo su velocidad máxima, y se encarece su compra y uso con impuestos al CO2, retirada de las subvenciones al gasóleo, y otras medidas similares.
El mensaje es claro: cómprate un coche eléctrico y muévete con completa libertad. Cualquiera diría que la ciudadanía se lanzaría en tromba a los concesionarios para comprar un vehículo eléctrico, pero eso no es lo que está pasando. Las ventas de eléctricos puros crecen con parsimonia, a pesar de las generosas ayudas. Lo que sí crece rápidamente son las ventas de híbridos, que son coches de motor de explosión con un añadido eléctrico más o menos grande, pero que no son “casi eléctricos” como sugiere la publicidad.
Los híbridos suaves o micro-híbridos solo tienen un pequeño sistema eléctrico suplementario, pero la ley les permite ostentar la pegatina eco. El resultado es que alguna publicidad de estos coches, de manera más o menos descarada, sugiere “consigue la etiqueta eco y muévete por toda la ciudad por solo 500 euros más” (que es lo que cuesta el motorcillo eléctrico supletorio). Los híbridos enchufables, en teoría, pueden hacer muchos kilómetros en modo eléctrico, pero para eso el usuario tiene que acordarse de recargar periódicamente la batería, cosa que no siempre ocurre, y al final el coche funciona en modo petrolífero el 99% del tiempo.
La ciudadanía no hace cola para comprar un coche eléctrico puro porque, además de ser muy caros, las limitaciones de autonomía y la todavía irresuelta cuestión de la recarga no lo convierten en la tecnología que todo el mundo desea tener, sino en un sucedáneo del coche de verdad. Lo cierto es que mucha gente no termina de ver las ventajas del coche eléctrico.
Tal vez la solución no pase por intentar cambiar el coche convencional por uno eléctrico a fuerza de generosas ayudas. Es posible que sea necesaria una oferta mejor, tan buena como la que se le hizo al ciudadano no motorizado ofreciéndole la posibilidad de comprar un utilitario, que marcó una notable diferencia con su vida anterior. ¿Cuál sería la oferta imposible de rechazar en este caso? Tal vez un chiste publicado por Sempé en 1962, en los comienzos de la motorización, pueda dar una idea.
En esta famosa secuencia gráfica vemos a un plebeyo yendo a trabajar en bicicleta, mientras contempla con envidia al ricachón del barrio moverse en su cochazo. El pobre se compra una moto pero el rico se compra un coche todavía más grande. Por fin el plebeyo consigue su coche, se mete en un tremendo atasco al volante de su utilitario y contempla, incrédulo, al ricachón salir de su casa montado en una bicicleta y largarse a buena velocidad sin hacer caso del embotellamiento de tráfico.
Algo parecido está ocurriendo ahora. Ofrecer un coche eléctrico a una persona que ya tiene un coche térmico no supone ninguna ventaja ahora mismo, es más bien un engorro. Pero ofrecer una bicicleta eléctrica (u otro vehículo ligero de emisiones nulas) es harina de otro costal. Implica poder moverte con libertad por toda la ciudad, gastar mucho menos dinero en combustible, olvidarte de todos los engorros relacionados con el aparcamiento, averías, multas, papeleo, etc. Hay más ventajas, incluyendo una mejora notable de la salud. La única cuestión a resolver es el viaje de vacaciones, que se soluciona fácilmente yendo en tren o autobús al destino y una vez allí alquilando un coche… o unas cuantas bicicletas.
Jesús Alonso Millán
Fotografía: Okai Vehicles en Unsplash
¿Cómo que novedad el coche eléctrico? Si ya existían a finales del siglo XIX. Y hace un siglo desaparecieron en beneficio de los coches con motor de combustión interna. En todo caso es un intento de recuperación de algo que ya se demostró muy limitado tecnológicamente.
Efectivamente, se fabricaban coches eléctricos en Barcelona ya a finales del siglo XIX: https://elviajedelecociudadano.net/1909/04/04/vehiculos-de-electricidad-vapor-o-gasolina-a-elegir/
Es muy llamativo como la bicicleta eléctrica ha salido a potenciar de manera increíble el sector de las bicicletas. Cierto que aún queda como punto a superar el hecho de crear un transporte sostenible para familias, y que tengan mayor autonomía para reemplazar al coche. Pero a estas alturas, ya lo estarían consiguiendo con algunos modelos muy innovadores para llevar niños y con asistencia eléctrica.
Está bien lo del patinete o la bicicleta, pero no puedes llevar tu perro.
El coche eléctrico cuando baje de precio se venderá más.
Hay que tener en cuenta que ahora se paga la novedad, realmente un coche eléctrico es más barato de fabricar, por fuerza y competencia bajarán los precios. Darle tiempo.