Nuestra dieta no está libre de estereotipos

20/06/2024

Tiempo de lectura: 6 minutos

Categorías: Huella ecológica-Etiquetas: , -

Cerramos el año 2023 con más de 800.000 mil estimaciones de huella ecológica realizadas con nuestra encuesta “Calcula el tamaño de tu huella ecológica… ¡y aprende cómo hacerla más pequeña!”. Esta calculadora, cuya función principal es la de poner el foco en aspectos relacionados con el uso de los recursos naturales en nuestra vida diaria para reflexionar sobre sus impactos y mejorar (reducir) nuestra huella ecológica, también nos permite analizar los resultados y ver (establecer) perfiles de consumo.

Pero antes de seguir, vamos a plantearte un juego. Te vamos a pedir que te pares un segundo para imaginarte unas situaciones. Imagínate un evento de barbacoa. Estás en un jardín con alguien (o “alguienes”), el fuego ya tiene unas buenas brasas y alguien se pone manos a la tarea. Mientras al lado hay una mesa con algunas otras cosas de comer y gente sentado en torno a ella. La comida empieza y alguien empieza a alabar el pedazo de chuletón que se comió el otro día junto a su pareja. A su vez, alguien coge algo de ensalada del centro de la mesa y otro alguien hace burla comentando que eso “solo es guarnición”. Muy bien. Ahora salte de esta escena, vamos a otra. En esta ocasión imagínate un anuncio televisivo, un short, un vídeo… de alguna suculenta hamburguesa, una hamburguesa con queso fundido deslizándose por los bordes y una persona dándole un bocado ante el cual su cara se derrite de placer. Muy bien, ¿lo has hecho? Pues seguimos y después volvemos con esto.

Ya en 2022 publicamos un informe sobre los resultados de la huella ecológica de las encuestas. En este año 2024, con los datos recogidos desde febrero de 2018 hasta diciembre de 2023, lo hacemos con enfoque de género. Ya sea de una manera o de otra, analizar en función de diferentes variables hace posible entender el comportamiento de consumos para orientar la comunicación de manera diferenciada en función del perfil. Para ello, aquí os vamos a hablar de uno de los temas sobre los que se pregunta en nuestra encuesta: la dieta en función de si te identificas con el género femenino, masculino u otro.

El ejercicio de imaginación anterior se ha hecho primero con el equipo de trabajo de la Fundación Vida Sostenible. Pues resulta, que en nuestros imaginarios aparecen como los “barbacoistas”, los “chuletoneros” o los disfrutones de “hamburguesas”, sobre todo, hombres. La motivación de hacer este ejercicio en un círculo cercano, ha sido para contrastar los resultados de nuestra encuesta: en los cinco países de referencia el género masculino es el género que más ha marcado, proporcionalmente, las opciones más carnívoras ante la pregunta “¿Cuál es tu relación con la carne?”. De hecho, es el único género que, en los cinco países, tienen mayoría de personas que han declarado esta relación con la carne.

 

Pero el caso es que… ¡esto no es casual! Existe una gran cantidad de literatura científica que apunta en esta dirección. Seguramente, para algunas personas que estéis leyendo, esto será un tema ya conocido. Entre otras cosas porque hace unos años, el para entonces ministro de consumo Alberto Garzón, recibió gran atención al mandar un simple mensaje que es una evidencia científica desde hace mucho tiempo: un consumo tan elevado de carne es insostenible y perjudicial, debemos reducirla. La polémica ya estaba servida y tanto debate permitió abordar el consumo de carne desde diferentes ángulos, incluyendo el de la relación de la masculinidad clásica con la “carnivoridad”.

En el informe “Análisis y perfiles de huella ecológica 2018 – 2023”, hacemos varias referencias a estudios o investigaciones como la que publicó el equipo de Holmes Rodríguez en un nicho de población concreto: población universitaria en Medellín. En ella apuntaban a que los hombres tienen una mayor cultura del consumo de carne. Otras investigaciones que relacionan la ingesta de carne con la masculinidad son las publicaciones de Anna Rita Graziani et al., Dominika Adamczyk et al. o Ben de Grove et al., por mencionar algunas.

Pero no solo hay publicaciones científicas. También existen datos de entidades no dedicadas a la investigación que también apuntan a ello. Así, en un país como Argentina donde el culto al asado es casi religión, la asociación COLSECOR ha publicado los resultados de unas encuestas en los que se reflejaba que los hombres consideran más insustituible la carne en sus dietas.

Si volvemos al gráfico anterior y nos vamos al otro extremo de la dieta, a las dietas veganas, vegetarianas o flexivegetarianas, vemos como a la inversa ocurre lo contrario: el género masculino es superado, proporcionalmente, por el femenino y otro género, siendo estas últimas personas las que tienen mayor porcentaje de dietas veganas y flexivegetarianas. En el ejercicio de imaginación que se ha planteado al equipo de trabajo, también se ha preguntado por el consumo de ensaladas o de embutidos “light” y hemos sido más personas las que hemos asociado a las mujeres este tipo de alimentos, por lo que encajan nuestros imaginarios con lo que reflejan las encuestas de la calculadora.

Lo que es más difícil de situar ha sido la relación entre personas de otro género y su dieta. Esto se debe –como bien apuntamos en el informe que estamos elaborando– a que existe una invisibilización de las personas que no se identifican ni con el género masculino ni con el femenino. No aparece en nuestro imaginario y rara vez en publicaciones o estudios. Pero indagando sí encontramos luces que nos pueden indicar por qué esta relación. Así R. R. Simonsen en su escrito “A queer vegan manifesto” plantea que las personas no binarias (ni femeninas ni masculinas) ya han hecho un ejercicio de romper con los cánones establecidos en materia de género. Este cuestionamiento, por la importancia que le damos al género en nuestra sociedad, es una vivencia transformadora de carácter rupturista con la norma. Esto hace que resulte más sencillo cuestionarse lo establecido en cuanto a otros aspectos como la dieta y romper con concepciones establecidas, como puede ser la idea de que comer carne te hace más masculino, sea más sano o que se consideren a los animales “cosas” que se han de producir en masa para nuestro placer.

En definitiva, todo apunta a que el género y estereotipos culturales asociados a él son una característica que moldea la elección sobre qué alimentos comemos. En los próximos años (décadas), con el consecuente avance de la igualdad que esperamos que suceda, habrá que analizar si estas elecciones sobre qué ingerimos también tienden a equipararse.

En esta publicación hemos puesto el ejemplo de la carne, pero los patrones de conducta según el género son evidentes y se pueden ver más ejemplos en nuestro informe “Análisis y perfiles de huella ecológica 2018-2023. Exploración de los datos desde una perspectiva de género”.

Darío Montes

Foto de Pixabay

 

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