¿Comemos como zombis?

28/11/2024

Tiempo de lectura: 7 minutos

¿Qué comen los zombis?

En un ingenioso y divertido libro «Monstruoso. La ciencia que hay detrás de tus monstruos favoritos» Carlyn Beccia analiza, conforme al conocimiento científico, lo que es posible y no de los diferentes monstruos que iluminan la imaginación infantil.  Por ejemplo, en el capítulo sobre los zombis se pregunta por su alimentación.

Se concluye, que la intoxicación causada por un brebaje es la causa que hace del cerebro de los zombis una papilla. En consecuencia, pierden las funciones básicas que regulan el apetito: el ansia de comer es insaciable, el bulbo olfatorio tampoco funciona. En definitiva, cualquier producto comestible que aporte la energía para seguir en movimiento puede ser engullido. Siendo zombi, tampoco tiene criterio para juzgar lo que es bueno para comer pues la corteza cerebral también está dañada. La carne humana parece ser una buena opción teniendo en cuenta que es abundante y fácil de obtener, dado el pavor y la parálisis que provoca la presencia zombi. Carlyn acaba ofreciendo chistosamente consejos nutricionales para quienes accidentalmente se conviertan en zombis.

Concluimos que un zombi es una criatura sin conciencia ni capacidad de decisión y con un gran hambre de gente. Se trata de un cadáver que, a través de algún tipo de hechizo, ha sido reanimado. Un zombi, por lo tanto, es un muerto viviente cuyo móvil existencial es comer, lo que sea, para mantener su actividad física. En consecuencia, no imaginamos a zombis eligiendo un plato por su sabor delicioso, comen por impulso alimentándose de basura y muertos.

Miedo a los zombis

Una amplia bibliografía científica vincula el éxito cinematográfico del fenómeno zombi al miedo al desarrollo tecnológico característico del siglo XX. Se postula que el origen del imaginario zombi está vinculado a los tiempos oscuros del colonialismo y la esclavitud en Haití, primero. Posteriormente, este miedo pasa a diversas ansiedades e incertidumbres de nuestra época (Brito-Alvarado et al 2023. Así, en el cine el mundo zombi suele representarse como una distopía tecnológica. Vendría a advertirnos sobre el poder de pócimas y embrujos que nos convierten en muertos vivientes. Es decir, del mismo modo que los cuentos infantiles abordan el miedo sobre personajes imaginarios (bruja, ogro, lobo…) representando en forma onírica miedos primarios vinculados a realidades alternativas, el zombi muestra una realidad propiciada por un arte que ha de venir y que nos someterá a un estado onírico.

¿Qué es lo opuesto a un zombi?

Vamos ahora a aplicar un juego intelectual propuesto por David Graeber (2015). Greber aplica la metodología antropológica estructuralista para proponer una contraposición simbólica entre hombre lobo y vampiro. Analicemos con este modelo la estructura del mito del zombi.

Procederemos de la siguiente manera: los zombis existen en el imaginario del terror, encontramos que lo más opuesto a un zombi sería un ser transhumano. El transhumanismo es un movimiento cultural que confía en la capacidad de la tecnología para transformar la condición humana llegando incluso a poder prescindir del cuerpo físico imaginando como posible una vida eterna dentro de la máquina. Lo transhumano es la sublimación del sueño tecnológico: abandonar nuestra humanidad para ser eternamente vivos. La producción tecnológica de alimentos sin suelo, en interiores, en laboratorios es una forma de tecno-optimismo transhumanista. Lo humano busca su lugar para una vida vivida entre lo zombi y lo transhumano. 

No hay nada más íntimamente ligado al hecho de vivir que el de alimentarse. ¿Qué tienen en común brujas, ogros, lobos, zombis? Pues que todos comen humanos, especialmente niños. El miedo a ser controlados se expresa en términos gastronómicos en el caso zombi ¿Y en los transhumanos?

Gastronomía zombie frente a transhumano

En el siguiente cuadro analizamos los opuestos que nos permiten definir el «transhumanismo gastronómico» frente a la «gastronomía zombi»:

Zombis (muertos vivientes) Transhumano (vivos no-vivos = maquinas)
Monstruoso Violento. Muerde a las víctimas para convertirlas en sí mismo. Limpio, brillante, digital. No ejerce violencia. La gente seducida quiere ser transhumana.
Incontrolable. Se propaga por contagio. Las respuestas son viscerales  Todo está programado. Las respuestas son racionales
Los protagonistas afrontan una gran amenaza, un colapso de la vida, gran cambio, desastre, revolución. 

La vida ha sido destruida.

Los protagonistas son sometidos a un orden superior de la existencia. La vida ha sido sublimada.
disolución de la consciencia y la voluntad Libertad absoluta. Los límites  los marca el algoritmo
La comida zombi La comida transhumana
Brutal impulso de ingerir la carne y las vísceras de los vivos. Aportación precisa y medida de energía y  nutrientes. 
Lo muerto te come. Te das a la máquina.
Carne, biológico, putrescible. Sintético, no biológico, imputrescible
Corrompido, desagradable Aspecto aséptico impecable.
No hay sabor. Receptores cerebrales olfativos destruidos El gusto es una elección del algoritmo para generar asociaciones de placer: Bliss point digital.

¿Cómo escapar al  zombi y al transhumano?

La conclusión parece clara: entre las alternativas de ser un muerto viviente, con las funciones vitales pero sin conciencia y ser supuestamente un vivo-máquina, con identidad digital, pero habiendo prescindido en gran medida de nuestra fisiología, sólo comer comida buena nos protege.

En efecto, la comida representa la integridad de la esencia humana, es una actividad fisiológica; pero también es identidad, comunidad y cultura. Imaginemos un grupo de personas que se quedan encerradas en «la sociedad contemporánea» rodeadas por una turba de «muertos/consumistas», desposeídos de vida y cuya única intención es apropiarse de lo que sea devorando su vida. Los zombis se mueven lentamente y su mordedura produce la zombificación en los vivos. Solo se puede acabar con ellos destruyendo su cerebro.

Reconectar con la comida es probablemente la estrategia más eficaz para evitar ser zombificados. Imaginemos otra vez al mismo grupo de personas optando por alimentos cuidadosamente estudiados para proporcionarnos la combinación perfecta de nutrientes bañados en ilusorios mundos de sabores de síntesis. Esto es lo que vemos en la película Matrix (1999), cuando el personaje Ratón se pregunta, mientras ingiere una sustancia cremosa, si los programadores informáticos sabían realmente el sabor del trigo o si simplemente lo asignaron caprichosamente.

Tal como nos gusta subrayar en «Ciudades que cuidan del campo» una forma de proteger nuestro ser humanos es la conciencia de la comida: poder pensar y desear comidas, compartirlas,  saborearlas, agradecer a sus productoras, conocer las condiciones en que se han creado, los paisajes a que dan lugar, el cuidado con que en su producción se trató a otros seres vivos y personas.

En conclusión, identificamos como humana una comida con personalidad basada en la experiencia compartida, la trasmisión cultural, el conocimiento de los alimentos que consiste en saber quién, cómo y dónde se producen. En este contexto, observamos que un número creciente de personas se interesan por la comida del mundo real que procede de lugares concretos, producida por personas concretas y que puede cocinarse en casa como experiencia cotidiana de creatividad y placer.

José Vicente de Lucio
Departamento ciencias de la vida, Universidad de Alcalá

 

Referencias citadas

Brito Alvarado, X., Rodríguez Caguana, A., & Jadán, D. (2023). El origen cinematográfico del colonialismo en Haití: White of Zombie. Ética y Cine Journal, 13(2), 61–73. https://doi.org/10.31056/2250.5415.v13.n2.41970

Graeber, D. (2015). La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia. Título original: The Utopia of Rules. On Technology, Stupidity, and the Secret Joys of Bureaucracy (2013). Ariel.

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