SDDR como compromiso planetario
17/12/2024
Tiempo de lectura: 6 minutos
Usar un Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) es bastante satisfactorio tanto por combatir el desperdicio de plástico, como por el pequeño incentivo monetario. En los Países Bajos, por ejemplo, los SDDR sirven para devolver botellas de plástico y latas (de bebidas), así como botellas de vidrio y sus cajas. Las máquinas se encuentran dentro de los supermercados. Después de devolver los envases, la máquina produce un ticket con un código de barras y el valor correspondiente a la devolución. Este ticket supone un descuento del mismo valor en una futura compra efectuada en el mismo supermercado, escaneando el código de barras.
En España, la Ley 7/2022 fija objetivos de recogida separada de envases, del 70% para 2023, 77% para 2025 y 90% para 2029. La misma establece que si no se alcanzan las metas de 2023 o 2027, es obligatorio implementar un SDDR nacional en un plazo de dos años.
Aunque Ecoembes afirmó que en 2021 se recogió selectivamente el 71,1% de las botellas de plástico de hasta 3 litros, una investigación de la Alianza Residuo Cero reveló que el dato real fue solo del 36%. Más tarde, en noviembre de 2024, el MITECO confirmó que en 2023 la tasa fue de 41,3%, muy por debajo del objetivo del 70% y del 73% reportado por Ecoembes. Por lo tanto, entra en vigor la obligatoriedad de implementar un SDDR, que se prevé para 2027.
Tras la inexactitud en los datos comunicados, especialistas y organizaciones designan a España como “un lobo con piel de cordero”. En 2017 España reportó a la Unión Europea (UE) que había reciclado un 48% de los residuos de envases de plásticos (por encima de la media de la UE), pero otros estudios estiman que la cifra real fue del 25% o menos. España es responsable del 10% de todos los plásticos de un solo uso que se consumen en Europa, y en 2020 fue uno de los mayores contaminadores por plástico en el planeta. En ese mismo año, tuvo uno de los niveles de producción de plástico más elevados del mundo por persona: 0,28 kg por día.
¿Qué es un SDDR?
Se conocen los casos de países como Suecia, Finlandia, Dinamarca, Alemania y Países Bajos, donde los SDDR son clave en la gestión de residuos de envases de un solo uso. Este sistema cobra un depósito adicional al comprar bebidas en botellas de plástico, que se devuelve al reciclarlas en puntos específicos. En otros países, incluye también latas, briks y botellas de vidrio, logrando reciclar y/o reutilizar más del 90% de los envases.
En España, el SDDR funcionará en conjunto con el contenedor amarillo y su recogida. Esto busca mejorar la eficiencia del reciclaje, especialmente de botellas de plástico, ofreciendo un esquema más eficaz que incentiva al consumidor a desechar correctamente estos plásticos.
Pero, el SDDR en España ya lo conocíamos…
Hasta los años 80, las botellas de vidrio y cerámica se vendían con un pequeño recargo que se reembolsaba al cliente cuando se devolvían vacías en la tienda. Por ejemplo las botellas de leche en vidrio podían usarse hasta 40 veces. Para saber más sobre la historia del sistema de devolución y retorno en España, lee el artículo “El retorno de la botella retornable”.
Compromiso internacional
La puesta en marcha de un SDDR en España no solo satisface las demandas locales de gestión de residuos, sino que también fortalece los compromisos internacionales medioambientales del país. Como parte de varios acuerdos y tratados a nivel mundial, España tiene el deber de disminuir la contaminación por plásticos y fomentar una economía circular.
En esta materia, ahora más que nunca, son relevantes los siguientes convenios internacionales de los cuales forma parte España:
- El Convenio de Basilea sobre la gestión de residuos peligrosos y su transporte transfronterizo (así como las enmiendas sobre residuos plásticos en 2019, lo que le hace el único tratado internacional jurídicamente vinculante que mencione concretamente el plástico).
- El Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes que obliga a controlar aditivos químicos tóxicos en plásticos que dificultan su reciclaje.
- El Tratado Mundial contra la contaminación por plásticos, que se aprobó en 2022 y estuvo bajo negociaciones en Busan (República de Corea) hasta el 1 de diciembre de este año. Cien países han apoyado una propuesta que obliga a limitar la producción de plásticos y el uso de las sustancias químicas asociadas. Sin embargo, un pequeño grupo de países petroleros (como Arabia Saudí, Irán, India y Estados Unidos) ha querido centrarse solamente en la gestión de residuos y su reciclaje. La razón por la que estos no están interesados en que la producción de plástico se vea afectada es que esta depende de sustancias químicas derivadas del petróleo y, cuanto más plástico se produce, más de estas sustancias se venden. Por lo tanto, no se ha llegado a un acuerdo sobre lo que hubiera sido el primer tratado global legalmente vinculante desde el Acuerdo de París en 2015, posponiéndolo para 2025.
Al igual que existe presión a nivel internacional contra la regulación de producción de plásticos, lo mismo existe a nivel nacional. En los últimos años, cada vez más se ha denunciado el “greenwashing” y lobby de grupos de empresas y envasadoras contaminantes contra medidas medioambientales. Las nuevas regulaciones suponen el aumento de costes iniciales, tener que desarrollar nuevos planes de negocio y más responsabilidad para los productores. Sin embargo, son absolutamente necesarias. Los formatos de economía lineales que consumen y extraen recursos sin límites, usados por muchas multinacionales, causan serios daños en la salud de los ecosistemas y de las personas.
Por ello, son estos tratados y convenios, además de las relevantes directivas de la UE, los que llevan a los objetivos establecidos en cada país. Es importante reconocer que, a pesar de que una gestión adecuada de residuos sea imprescindible, disminuir seriamente la producción del plástico es sumamente importante. Los intereses de países petroleros y empresas contaminadoras que producen plástico y sus compuestos químicos impiden una transición ecológica efectiva.
Por una economía realmente circular
Las carencias detectadas tanto en la gestión de residuos como en la transparencia sobre los datos no pueden seguir ocurriendo. Los procesos de gestión deben ser vigilados y controlados para asegurar que alcancemos las metas internacionales. Se acabó el ecopostureo –tanto las entidades socioambientales como personas individuales debemos asegurarnos de que se rinden cuentas verídicas y fiables. Debemos votar, demandar y apoyar las medidas y políticas que nos guían hacia un futuro más justo y sostenible. No es una cuestión de compromiso nacional ni internacional –es un deber planetario. No hay cabida para el lavado verde, vamos a contrarreloj.
Diogo de Melo
Fundación Vida Sostenible
Imagen: OECD (Deposit refund schemes)