Las mujeres mandan en la sostenibilidad cotidiana, pero esa no es una buena noticia
07/03/2019
Tiempo de lectura: 3 minutos
Las encuestas del CIS muestran claramente que de las cinco tareas domésticas principales (compra de alimentos, cocinar, fregar los platos, limpiar la casa y pequeñas reparaciones) cuatro son llevadas a cabo principalmente por mujeres. Solo las reparaciones tienen una mayoría de realización masculina.
Así que la gigantesca tarea de elegir los alimentos, cocinarlos y limpiar la cocina después, así como toda la casa, es cosa principalmente de mujeres. Lo curioso es que esto no ocurre solamente en las pocas familias en las que la mujer no trabaja fuera y, por lo tanto, se entiende que debe encargarse del 100% de las tareas domésticas.
Al contrario, este reparto desigual de tareas ocurre también de manera muy marcada en hogares donde tanto el hombre como la mujer trabaja. No importa el grado de modernidad y concienciación de la pareja: la mujer termina pringando más (en general mucho más) que el varón. Si hay hijos, la cosa se agrava.
Así que la decisión sobre las compras cotidianas, el modelo de alimentación, la gestión de la limpieza y los residuos, la huella ecológica en general de los hogares, está en manos de mujeres. Ellas deciden si les dan a sus hijos un buen desayuno o, por el contrario, los empapuzan con zumos azucarados y cereales grasientos y extra-dulces.
También determinan el porcentaje de carne en la alimentación, si es de nivel chuletón diario o cuasi-vegano. Así mismo, si se usan productos químicos agresivos para limpiar los baños o no. O si se compran las legumbres en cristal o a granel. O si tener microondas u horno convencional, y así sucesivamente.
La larga experiencia hace escépticas a estas mujeres sobre los cantos de sirena de los llamados “estilos de vida sostenibles”. Los sostenibilistas fanáticos pueden porfiar por el transporte público, el reciclaje, el flexitarianismo y así, pero las mujeres que llevan la casa se enfrentan a las duras realidades de la vida, no viven en un mundo de bienintencionadas teorías.
Y esto es así porque no tienen tiempo para eco-virguerías, están multiocupadas y quieren soluciones rápidas y eficaces. Por esta razón triunfan los ultraprocesados listos para comer, los frigoríficos inmensos y los quitagrasas corrosivos, esos que se aplican y luego no hay que hacer nada más que aclarar con un chorro de agua.
Se deduce que el fin del hombre que ayuda y el comienzo del hombre que se arremanga es fundamental, no solo para la equidad entre géneros y la justicia en general, sino también para la sostenibilidad. Se puede afirmar que los hogares que reparten las tareas al 50% tienen una huella ecológica mucho más reducida que los que no lo hacen.
Esto ocurre porque al tener más tiempo, las tareas se pueden hacer con más tranquilidad, por ejemplo la limpieza con menos violencia química, y la alimentación con más cocina pausada y menos platos preparados. Además, la negociación y consenso permanentes que exige el reparto equitativo de tareas reduce el umbral de estrés doméstico (por ejemplo, se entiende que se puede vivir bien aunque los suelos no desprendan un brillo cegador). Carpe diem, aprovecha el momento: la verdadera esencia de la sostenibilidad.
Fotografía: Annie Spratt en Unsplash