Lo que va del e-fuel al sentido común

La industria europea del automóvil tiene un temor supersticioso al motor eléctrico, y quiere seguir fabricando motores térmicos como sea. Con este objeto, se ha inventado el concepto de e-fuel o electro-eco-combustible, que es una gasolina sintética que no tiene nada que ver con el petróleo. ¿Cómo funciona este invento? Muy simplificado, el proceso es así:

Paso 1. Obtenemos energía eléctrica de fuente renovable (eólica, fotovoltaica, etc.).

Paso 2. Utilizamos esa electricidad para descomponer agua en hidrógeno y oxígeno.

Paso 3. Extraemos CO2 de la atmósfera.

Paso 4. Combinamos el CO2 y el hidrógeno en un reactor químico y obtenemos un hidrocarburo, por ejemplo metanol (alcohol metílico).

Paso 5. Después de afinarlo y refinarlo, convirtiéndolo en gasolina, ya tenemos un e-fuel. Llenamos con esta sustancia el depósito de un coche con motor de combustión, y a rodar.

La principal ventaja de este e-fuel es que es neutro en carbono. Es decir, al quemarlo en el motor del coche produce CO2, pero se supone que ese CO2 lanzado a la atmósfera equivale al CO2 extraído de la atmósfera en el paso 3. Así que el balance total de emisión de carbono de todo el proceso es cero.

Las desventajas del e-fuel son unas cuantas:

• Aunque sea de origen sintético, quemar un hidrocarburo en un motor produce óxidos de nitrógeno y otras sustancias tóxicas, exactamente igual que cuando quemamos gasolina convencional petrolífera.
• Desde el punto de vista de la eficiencia energética, los e-fuel son un desastre. Se necesita mucha energía para extraer el CO2 de la atmósfera, así como para descomponer el agua en hidrógeno y oxígeno. Además, el motor térmico es muy poco eficiente: funciona a base de explosiones sucesivas de una mezcla de aire y combustible, que mueven cilindros arriba y abajo, cuyo vaivén se convierte en circular gracias a un cigüeñal, así que la mayor parte de la energía se pierde en forma de calor y rozamiento de piezas móviles. La energía útil que obtenemos en forma de kilómetros recorridos por el vehículo es una fracción de toda la invertida en el proceso de fabricar los e-fuels.
• Los e-fuels van a ser muy caros. Tanta complicación en su fabricación se traduce en precios previsiblemente muy superiores a los de la gasolina o el gasoil convencionales.

Presionada por Alemania, la UE ha terminado por inclinarse a favor de los e-fuels, que permitirían a la industria del automóvil saltarse a la torera el final de los motores de combustión para el año 2035. Varios proyectos más o menos experimentales de fabricación de e-fuels ya están en marcha, como este en el sur de Chile o este otro mucho más cerca, en Bilbao.

Como comparación se puede echar un vistazo (muy simplificado) al proceso de obtención de energía por un coche eléctrico:

Paso 1. Obtenemos energía eléctrica de fuente renovable (eólica, fotovoltaica, etc.).

Paso 2. Cargamos con esa electricidad las baterías del vehículo, y a rodar.

No se crean emisiones contaminantes (el coche ni siquiera tiene tubo de escape) y la tasa de eficiencia energética es muy superior a la obtenida con los e-fuels. Los motores eléctricos convierten en movimiento un porcentaje mucho mayor de la energía que los motores de combustión, entre otras razones porque tienen muchas menos partes móviles.

La intención de la industria del automóvil de seguir fabricando grandes coches de motor de combustión, aunque sea a base de e-fuels, se está convirtiendo en un gran problema, pero la idea de sustituir millones de coches alimentados por petróleo por la misma cantidad de coches eléctricos también sería un gran problema. Parece que vamos a necesitar un nuevo modelo de movilidad que no dependa tanto del coche en propiedad. Hay todo un mundo ahí fuera: coches compartidos, redes municipales de vehículos, el famoso e inaplicado concepto de “Movilidad como un Servicio”, microvehículos, ciudades de quince minutos, transporte público a la demanda, y más.

Jesús Alonso Millán

Imagen: No-longer-here en Pixabay