Los jardines botánicos pueden contribuir a nuestra seguridad alimentaria, y no como usted está pensando

11/01/2017

Tiempo de lectura: 4 minutos

Big Picnic, es un proyecto internacional sobre participación de la sociedad en la innovación e investigación responsable sobre seguridad alimentaria en el que participan jardines botánicos de 13 países.

Los primeros jardines botánicos aparecieron en la Edad Media como un medio para conocer y propagar plantas útiles, principalmente alimenticias y medicinales. En el transcurso de la historia adquirieron funciones de estudio, conservación, divulgación y educación. El atractivo de las plantas “bellas” y “útiles” hace que el jardín botánico ilustrado, junto a su función científica cumpla una función social, cultural y de ocio.

Ya en el siglo XXI tiene lógica ver que los jardines botánicos revisan su función social y se plantean intervenir en los grandes dilemas actuales. Reivindican no ser tan solo bonitos testimonios del pasado o excelsos santuarios consagrados a la ciencia pura, sino espacios vivos donde airear y debatir los problemas actuales de la sociedad.

Y ¿cómo no? La Seguridad Alimentaria ha llamado a sus puertas. El proyecto Big Picnic está financiado por una convocatoria específica del programa Horizonte 2020 de Investigación e Innovación de la Unión Europea cuyo objetivo es organizar exposiciones, y “cafés científicos” para implicar a los ciudadanos en la ciencia. En este caso en un debate, tal como señala el título completo del proyecto, sobre las grandes cuestiones del Gran Picnic (en alusión al escenario global de la alimentación). Un debate que implique a la sociedad en la innovación e investigación responsable sobre seguridad alimentaria.

¿Implicarse en la innovación y la investigación, cómo? Podemos preguntarnos. Permítame el lector sentar algunas bases.

La agricultura y la ganadería ocupan la tercera parte de las tierras del Planeta. La agricultura hace uso de las 2/3 partes del agua dulce captada para usos humanos y genera casi la tercera parte de las emisiones de gases responsables del cambio climático. La cuestión de la seguridad alimentaria se presenta en el siglo XXI como un problema fundamentalmente medioambiental.

Mientras que casi ochocientos millones de personas padecen de carencia de alimentos, más de 1.500 millones están afectadas por trastornos de salud asociados al exceso. Al mismo tiempo una tercera parte de los alimentos se desecha. Frente al tópico común de la falta de alimentos, los datos muestran que en el mundo se producen alimentos suficientes para la población global. Necesitamos traer también este tema al debate y buscar el sentido común.

La cuestión medioambiental y la seguridad alimentaria no son temas diferentes. No pueden pretenderse soluciones ni debates por separado. Por citar un ejemplo, entre los numerosos estudios científicos realizados en los últimos años, David Tilman y Michael Clark publicaron, en 2014 en la conocida revista científica Nature, un llamativo estudio en el que demostraban que si la dieta de la humanidad se ajustase a una dieta saludable, particularmente en lo que concierne al consumo de carne, junto a los consiguientes logros de salud se obtendrían reducciones significativas en las emisiones de gases de efecto invernadero y en la demanda de tierras para la agricultura.

El programa europeo H2020, dentro del concepto de investigación e innovación responsable en seguridad alimentaria, tiene como objetivos que los consumidores puedan tomar elecciones informadas, que la gente pueda acceder a dietas saludables y seguras para todos; y por último que la innovación en el procesamiento de alimentos de oportunidades para una agroindustria competitiva y sostenible.

En resumen, la implicación de los ciudadanos, de la sociedad pasa por la toma de conciencia acerca de cómo nos alimentamos y de las posibilidades de alimentarnos de otra manera más conveniente para nosotros y para el Planeta. La innovación y la investigación pueden asumir las necesidades expresadas por la sociedad y dirigir sus esfuerzos en este sentido. De esta forma podríamos decir, respondiendo a nuestra pregunta, que ha habido implicación social.

Originalmente los jardines botánicos fueron creados para naturalizar y propagar especies útiles. Según la FAO el 90% de las variedades de cultivo han desaparecido de los campos. Actualmente 12 especies vegetales y 5 animales sirven para satisfacer el 70% de las calorías consumidas por la población humana. Solo tres cereales, arroz, trigo y maíz aportan más del 50% de dichas calorías. Lo que hoy comemos es resultado de un complejo proceso biológico, cultural, social, político, científico, tecnológico y comercial. ¿Podemos hacerlo de otras maneras? Con certeza la respuesta es “sí”. A lo largo de la historia la humanidad ha llegado a utilizar hasta 10.000 especies y existen unas 80.000 especies de plantas comestibles, la mayoría presentes en jardines botánicos. El proyecto Big Picnic busca conducir las emociones que sentimos contemplando las plantas de un jardín botánico hacia el debate del futuro de los alimentos en el que todos debemos tomar parte.

José Vicente de Lucio
Universidad de Alcalá

El Proyecto Big Picnic ha recibido financiación del programa de Investigación e innovación H2020 de la Unión Europea. Contrato número 710780.

 

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3 Comments

  1. JOEL SILVA CARRILLO 16 octubre, 2019 at 5:07 am - Reply

    Exelente tema, de gran interés para la condición humana.

  2. JOEL SILVA CARRILLO 13 octubre, 2019 at 12:27 am - Reply

    Felicitaciones por tan importante artículo en pro de nuestra salud. Preocupados porque las mismas facultaes de Educaciòn, medicina y de Agronomía han olvidado.

  3. jaime alberto giraldo espinal 31 enero, 2017 at 2:31 am - Reply

    Con la riqueza biodiversa que tiene el trópico, hasta dónde es posible contemplar a los concentrados alternativos como opción sostenible?

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