¡Más materiales críticos!: Las derivas del Acuerdo de París y el Pacto Verde Europeo

11/04/2025

Tiempo de lectura: 4 minutos

El Acuerdo de París y el Pacto Verde en el nuevo mandato de la UE

El pasado 27 de noviembre, el Parlamento Europeo aprobó la nueva Comisión presidida por Ursula von der Leyen. Previo a su votación, von der Leyen presentó tanto a su equipo como su programa, el cual se enfocará en reforzar la competitividad del mercado europeo frente al estadounidense y al chino, así como en reforzar la seguridad de los países miembros frente a los actuales conflictos e inestabilidades internacionales. Además, se puso el foco en el Pacto Verde Europeo como mecanismo para idear un plan estratégico para la industria automovilística y para asegurar la independencia energética, la continuidad hacia la descarbonización y una economía circular competitiva.

Bajo esta nueva etapa del mandato de la Comisión, se puede ver una cierta inclinación a hacer uso de las políticas y medidas medioambientales como medios para reificar a la UE como una potencia, tanto económica como política, en un contexto global de incertidumbre y reequilibrio de fuerzas. Para esta partida de ajedrez, la UE apuesta por el avance e implementación del Acuerdo de París, en particular en materia de transición energética y el abandono de las fuentes fósiles a favor de los minerales y metales críticos y de las energías renovables –aunque estas requieran minerales y metales críticos–, a través de la continuidad del Pacto Verde Europeo.

Como ya sabemos, el Acuerdo de París es un acuerdo vinculante de carácter global, adoptado por 195 países –del cual España es firmante– que busca limitar el aumento de la temperatura global mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y fomentar la resiliencia frente a los impactos del cambio climático. Para ello, se apuesta por alcanzar la neutralidad climática en la segunda mitad del siglo, lo que implicaría una transformación radical de los sistemas energéticos, industriales y agrícolas.

Esta transformación es lo que conocemos como transición hacia la sostenibilidad, la cual se contempla dentro del Pacto Verde mediante la apuesta por el abandono de las fuentes fósiles en favor de las energías limpias y la innovación tecnológica de la que estas dependen. Aunque esto ayudará favorablemente a la reducción de emisiones de carbono, la transición continuará dependiendo de recursos naturales limitados y “geopolitizados”, como lo son los metales y minerales críticos. Es decir, bajo este paradigma y su persecución a través del Pacto Verde, en esta nueva etapa legislativa se buscará garantizar la disponibilidad estable de materiales esenciales para las energías renovables, los vehículos eléctricos y el almacenamiento energético. Lo cual se traduce en una apuesta estratégica, bajo el lema de sostenibilidad, innovación y competitividad, por la industria de la digitalización, el transporte y la climatización.

El Acuerdo de Minamata: lecciones para una transición justa

En este contexto, el Acuerdo de Minamata sobre el Mercurio (del que España y el resto de países de la UE son parte) aparece como una referencia importante: un tratado internacional que busca reducir las emisiones y el uso de mercurio, sustancia altamente tóxica. Europa ha dado pasos firmes al proponer su eliminación total en amalgamas dentales y restricciones adicionales a la exportación y uso industrial del mercurio para 2025.

Sin embargo, el Acuerdo de Minamata también tiene límites en los enfoques tecnocráticos y parciales, ya que se centra en la reducción de riesgos químicos pero sin cuestionar los modelos de producción que los generan. Además, tampoco aborda las desigualdades estructurales en las cadenas globales de valor ni garantiza justicia ambiental para las comunidades más afectadas por la contaminación por mercurio, especialmente en el sur global.

¡Atrás, extractivismos verdes!

Ni con el mercurio ni con cualquier otro material crítico, la transición energética no puede ser una excusa para repetir esquemas coloniales de extracción ni para externalizar los costos sociales y ambientales a otras regiones del mundo. Esta advertencia cobra aún más fuerza si recordamos que el Acuerdo de París no solo compromete a los Estados a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también reconoce explícitamente la necesidad de una transición justa que respete los derechos humanos, los derechos laborales y la equidad entre países. La Unión Europea, y ergo España, como firmantes del acuerdo, están obligadas no solo a cumplir objetivos climáticos, sino a hacerlo conforme a esos principios.

La UE debe garantizar para todos los materiales críticos una política de innovación y competitividad coherente con una transición sostenible real. Es decir, con criterios ambientales, sociales y de derechos humanos claros, tanto para la producción como para la importación de estos materiales. Por ello, no basta con ser competitivos; debemos ser responsables. Esta transición debe partir de los límites planetarios y de la interdependencia social y ecológica: una transición energética sí, pero sin repetir los errores del pasado.

Anabel Soriano Oliva

Fotografía: Khusen Rustamov en Pixabay

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