Pisar más flojo nos da la vida
13/03/2025
Tiempo de lectura: 5 minutos
La crisis medioambiental tiene diferentes frentes. El más conocido es el calentamiento global pero otro que debemos afrontar es la pérdida de biodiversidad. La ONU afirma que la crisis ambiental debemos abordarla luchando a la vez contra el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Hoy, hacemos un repaso sobre cómo reduciendo nuestra huella, reducimos también las amenazas a la biodiversidad.
En el transporte
Descarbonizar el transporte es un objetivo prioritario. Si lo consiguiéramos, nos quedaría al menos otro aspecto por mejorar: las infraestructuras (o vías) de transporte fragmentan los ecosistema que amenazan la vida de muchas especies.
En un modelo donde el coche reina se necesitan muchas más vías de tráfico. Es lógico, si el coche es el transporte principal de todas las personas, este requiere, carreteras, calles y avenidas para llegar a cada casa. Nos encontramos así, con grandes extensiones de ciudad donde el asfalto representa, como mínimo, el 70% del suelo exterior (el resto es adoquinado). Eso sí, no hay zonas verdes amplias en cientos de metros a la redonda. En definitiva, un infierno para la biodiversidad.
Este modelo es sustituible por otro con mayor intermodalidad de transportes. En ella el coche privado no es la prioridad. Puedes llegar hasta cierto punto y desde ahí puedes elegir entre ir andando por la calle peatonal ajardinada o incluso coger el autobús o tranvía que sí tiene permiso para ir por ese corredor verde. El transporte público tiene esa ventaja: al tener mayor capacidad se necesita menor número de vehículos para desplazar el mismo número de personas, requiriendo para ello menos espacio y menos tiempo de uso de ese espacio, así como provocando menos ruidos y contaminación y mejorando la calidad del entorno. Se consiguen así más espacios verdes con mayor abundancia de fauna y flora.
Como no todas las vías de transporte pueden desaparecer, hay que reducir las heridas abiertas que suponen las carreteras. Para ello el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico trabaja con un grupo de expertos para identificar recomendaciones para reducir esta fragmentación, como la de vallar o crear corredores naturales.
En los artículos del día a día
En la industria actual, los químicos han supuesto una revolución a la hora de producir: mayor producción, menor coste y ofreciéndonos propiedades únicas. Pero hay otra cara: muchos generan problemas en la salud. Y no solo en las personas, también en otras especies con un impacto negativo sobre la biodiversidad.
En 2024, la FVS publicó Mares sin tóxicos para informar sobre cómo algunos productos y sus químicos afectan a la salud de la vida marina. Hasta ahora hemos publicado una infografía relacionada con la industria textil que, según la ONU, es la responsable del 20% de la contaminación del agua. Algunas de las informaciones que exponemos nos llevan a un lugar desagradable: afecciones inmunológicas, funciones vitales deterioradas, impedimento de un buen desarrollo y muerte. Es decir, la biodiversidad también se reduce con consumos elevados como los que genera, por ejemplo, una compra de ropa no consciente.
En la alimentación
Tender hacia productos alimentarios agroecológicos en vez de los procedentes de prácticas ganaderas o agrícolas intensivas, también es una apuesta de protección de la biodiversidad.
La agroecología, a diferencia de la agricultura intensiva, no es tan dependiente de los pesticidas y fertilizantes químicos que contaminan el agua y el suelo y a algunas especies. Además, la agroecología tiende a los policultivos, aumentando la diversidad de especies en un entorno. Un ejemplo de especie clave afectada por los productos químicos o los monocultivos son las abejas (aunque no la única). Así que apostar por agroecología es apostar por factores de subsistencia clave para nuestras polinizadoras favoritas.
Por el lado ganadero, está demostrado que las prácticas intensivas provocan deforestación, contaminación del suelo y del agua. En un informe, Carro de Combate (“Consumir es un acto político”) señala que las prácticas de alimentación de los animales en las macrogranjas afectan directamente a la tala del Amazonas. Aquí te dejamos un resumen. La cuestión es que la deforestación es una de las principales razones de pérdida de biodiversidad ya que acaban con el hogar de miles de especies.
En nuestros edificios
En otras publicaciones hemos hablado sobre la importancia de rehabilitar energéticamente los edificios residenciales (para muestra un botón). Lo que no es tan conocido es que, algunas de estas actuaciones tan necesarias pueden ser contraproducentes para cierta fauna. En palabras sencillas, al mejorar el aislamiento de la edificación se acaban con huecos, resquicios, agujeros, etc. por donde se escapa la energía del hogar que también son lugares para que se resguarden algunos animales.
Por suerte, hay técnicas para que coexistan el aislamiento efectivo del hogar y mantener la vida que depende o se ha acostumbrado a nuestras edificaciones para vivir.
En resumen
Disminuir nuestra huella ecológica tiene un impacto múltiple: reduce emisiones de gases de efecto invernadero, pero también favorece la salud de la biodiversidad (además de reducir la contaminación). Y lo mejor de todo, no supone un esfuerzo más. Es un dos (o tres) por uno. Si lo haces por lo primero, consigues lo segundo. Y viceversa.
Algunas de las actuaciones que hemos mencionado se nos quedan fuera de nuestro ámbito de acción como personas individuales. Pero eso no nos quita poder. Si un gran número de personas decide apostar por el transporte público, sus dirigentes se verán obligados a atender esa demanda. Si la venta de productos que no deforestan aumentan frente al resto, las empresas redirigirán sus esfuerzos hacia los primeros. No será de un día para otro, pero contribuyendo con nuestras acciones diarias, poco a poco, acabaremos moldeando el sistema productivo y las directrices políticas. No debemos subestimar nuestro poder de consumo consciente.
Fotografía: Julien Laflaquière.
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