¿Puede ayudar la lucha contra la contaminación a la lucha contra el cambio climático?

10/09/2024

Tiempo de lectura: 5 minutos

Comparar la lucha contra la contaminación (que lleva actuando mucho tiempo) y la más reciente lucha contra el cambio climático, puede mostrar alguna información útil, que nos ayude a dar un buen frenazo al calentamiento global.

La contaminación tiene indicadores claros e indiscutibles de riesgo, como el nivel de inmisión en microgramos por metro cúbico de los óxidos de nitrógeno o partículas, medido en diferentes franjas temporales, desde la media diaria a la anual. El clima carece de esa ventaja.

En el asunto climático, tenemos series estadísticas y récords de temperatura, precipitaciones, fenómenos adversos y así, para todo el planeta o para diferentes regiones del mundo. Por desgracia, esta información puede ser manipulada o malinterpretada con cierta facilidad.

Al tratarse de un fenómeno complejo y planetario, basta con cambiar algún parámetro de medida, o la escala temporal o la región que se examina, para llegar a conclusiones dispares sobre si tal o cual región se enfría o se calienta, o si aumenta o disminuye la frecuencia de huracanes, o si determinada emisión masiva de vapor de agua por un volcán explica el aumento medido de temperatura, etc., etc.

La información sobre la contaminación es real y en tiempo real, la referente al cambio climático es estimativa y prospectiva. No es lo mismo decir “240 microgramos de NOx es la media de hoy en tal distrito” que “las inundaciones en la provincia X parecen ser consecuencia del cambio climático” o “se prevé una subida de 1ºC en la temperatura media en la región Z para la próxima década” (en realidad sí existen mediciones reales, por ejemplo aumentos de las temperaturas medias comparados con el nivel preindustrial, pero llegan con más dificultad al gran público).

El cambio climático no se considera tanto un problema de salud, a diferencia de la atmósfera contaminada con compuestos tóxicos. No se ha establecido todavía un nexo claro entre el riesgo climático y la salud pública, a pesar de algunas iniciativas (como las redes de refugios climáticos) y de una estadística incipiente sobre muertes achacables al calor. Ahora mismo se ve más como un problema de salud del planeta, algo que nos pilla muy lejos.

Nadie puede escapar de la contaminación del aire, a no ser que dejes de respirar, pero el calentamiento global permite solucionar el problema (el calor) a escala particular, instalando aire acondicionado.

En la lucha contra el cambio climático no hay nada que erradicar o eliminar, a diferencia del objetivo a alcanzar con tóxicos de la atmósfera como el plomo o los óxidos de nitrógeno. El CO2 (principal contribuyente al cambio climático) no es un elemento extraño en nuestro planeta, sino una de las bases de la vida. El objetivo de reducir la concentración de CO2 de 400 partes por millón a 300 es más rebuscado que el de “reducir la contaminación a cero”.

La contaminación atmosférica es un problema acotado que permite soluciones a veces muy concretas (reducir el contenido de azufre del gasóleo de calefacción, por ejemplo). El cambio climático es un problema global que parece exigir profundos cambios de vida, discutidos con apasionamiento (como la cuestión de si sería mejor el decrecimiento que la actual obsesión por el crecimiento económico).

La lucha contra el cambio climático une medidas titánicas y difíciles de implementar, como sustituir todos los coches de motor térmico por vehículos eléctricos, con otras casi anecdóticas, como los tapones inseparables para las botellas de plástico. De esta forma, medidas concretas anti-contaminación para “mejorar la calidad del aire en la zona central de la ciudad” se convierten en una miríada de medidas bastante inconexas “por el clima”.

La lucha contra el cambio climático impacta en todos los círculos del ecosistema doméstico, que es como decir que no impacta en ninguno: desde las vacaciones a la alimentación, pasando por el transporte, el vestido, la climatización o la limpieza. ¿Por dónde empezar?, ¿comprar menos ropa, comer menos carne, usar menos el coche?, ¿instalar paneles solares, consumir más vegetales?, ¿ir al trabajo en transporte público?

Verlo todo desde el punto de vista de la emisión de CO2 deforma el problema y dificulta la implantación de soluciones. Por ejemplo, los grandes contribuyentes al cambio climático no necesitan cambiar su “core business”, pueden limitarse a reducir en unas cuantas toneladas su emisión de CO2. O bien el sector fundamental que nos proporciona alimentos, la agricultura, se convierte de repente en el malo de la película, pues contribuye de manera importante a la emisión de CO2.

Pasando de la contaminación al cambio climático hemos pasado de un problema cercano, perceptible y atajable a un problema lejano, muy complejo e inasible. ¿Podríamos centrarnos en cosas que sí podemos medir de manera nítida, como el avance de la electricidad procedente de fuentes renovables? Este indicador y otros parecidos, como los de eficiencia energética, podrían funcionar de manera similar a los indicadores de medias anuales de concentración de contaminantes atmosféricos, para dar una idea de los avances realizados y del camino que queda por recorrer.

Jesús Alonso Millán

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2 Comments

  1. Josep M. Anglada Rull 10 septiembre, 2024 at 6:10 pm - Reply

    Articulo interesante. Sólo comentarte que la contaminación atmosférica también tiene incidencia directa en el cambio climático. A modo de ejemplo, el NO2 es un precursor del ozono, que, además de ser un contaminante troposferico es un gas de efecto invernadero, entre otros.

    • Jesús Alonso 11 septiembre, 2024 at 10:00 am - Reply

      Gracias por la observación.

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