Tóxicos domésticos: una historia que se repite
10/02/2025
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Una secuencia de fases típicas en la historia de los tóxicos cotidianos, desde que comienzan o se confirman las sospechas sobre su insalubridad hasta que, mucho tiempo después, son reconocidos como preocupantes y se plantea su erradicación de nuestro medio ambiente.
Se pasan por alto sospechas o se ignoran evidencias lejanas
El bisfenol se testeó como estrógeno sintético en la década de 1930, hasta que el desarrollo del dietilestrilbestrol (DES) lo dejó de lado. El DES fue ampliamente utilizado como tratamiento hormonal entre la década de 1940 y 1970, hasta que se revelaron sus efectos adversos. El bisfenol siguió su camino industrial integrado en diversos tipos de plásticos y resinas, utilizadas también en envases de alimentos. Su producción actual es de unos cinco millones de toneladas.
El récord de veteranía tóxica lo tiene el motor de explosión, con aproximadamente un siglo de evidencias de daños a la salud de sus emisiones derivadas de óxidos de nitrógeno, micropartículas, hidrocarburos, etc. La gasolina dopada con tetraetilo de plomo es un caso especial, un neurotóxico reconocido que se vertió a la atmósfera durante muchas décadas.
Se esgrime el concepto de dosis admisible
La antigua práctica de eliminar las sustancias tóxicas se cambió por el de la ingesta diaria tolerable. Normalmente, a medida que crece la evidencia de la toxicidad de una sustancia esta dosis peligrosa se reduce paulatinamente, como sucedió con el bisfenol. Puede verse aquí el vertiginoso descenso de la dosis diaria admisible de bisfenol A (BPA):
- 2006: 50 microgramos por kilogramo de peso corporal y día.
- 2015 (provisional): 4 microgramos.
- 2023: 0,2 nanogramos (20.000 veces inferior a la propuesta de 2015 y más de 200.000 veces inferior a la dosis de 2006).
Se aduce una tasa de migración soportable
En estrecha relación con el punto anterior, en esta etapa se reconoce que hay algo insano en el producto, pero se aduce que no se transmite al medio ambiente en contacto con los seres humanos. Por ejemplo, en 2018 se estableció un Límite de Migración Específica (LME) de 0,05 mg de bisfenol A por kg de alimento para los materiales y objetos plásticos. (la referencia es la del punto anterior).
Otro ejemplo sería la contaminación del tráfico. Respirar directamente las emanaciones de un tubo de escape es directamente venenoso, pero respirar la mezcla de contaminantes y aire limpio disminuye por así decir la tasa de migración de los óxidos de nitrógeno a nuestros pulmones, que se establece legalmente en un máximo de 40 microgramos de NOx por metro cúbico.
Aquí hay una buena noticia. La nueva Directiva sobre calidad del aire, que tendrá que estar transpuesta y en vigor a partir del 1 de enero de 2026, establece fijar los límites de emisión en función de las evidencias científicas recientes, y además habilita a la ciudadanía a denunciar a las administraciones por daños en la salud asociados a la contaminación atmosférica.
Se asusta al personal con el fin de nuestra civilización
Las investigaciones progresan, la evidencia de la toxicidad del producto crece y la industria reacciona alegando toda una serie de catástrofes si retiramos la sustancia de marras de las cadenas de producción y consumo. Se plantean graves daños en nuestra alimentación y salud si la eliminamos o usamos menos dosis, daños en la economía, destrucción de puestos de trabajo, etc. Esto se ha hecho y se hace en relación con la prohibición del motor de explosión, de ciertos herbicidas como el glifosato, de los PFAS, etc.
Se describe una dispersión tan general que no hay vuelta atrás
La sustancia cuya toxicidad se evalúa, invariablemente, está tan dispersa por todo nuestro ambiente cotidiano que cualquier intento de erradicarla no serviría para nada o sería excesivamente costoso. El mejor ejemplo a gran escala es el de la dispersión de plásticos por nuestro medio ambiente, diminutas partículas presentes literalmente en todos los rincones del planeta.
Se plantean plazos extralargos de retirada del tóxico, y se establecen excepciones
Esto dice la web oficial de FP4EU (FluoroProducts and PFAS for Europe), ante las recientes sospechas de la toxicidad de las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), más conocidas como los “tóxicos eternos”: “Se necesita tiempo para evitar sustituciones lamentables. Dado que todavía estamos en las primeras etapas de investigación de alternativas y se necesitan aprobaciones de organismos como la Organización Internacional de Normalización (ISO), este plazo puede variar entre 8 y 12 años”. Pongamos que empezaríamos en 2035 aproximadamente.
Se fabrican sucedáneos y variantes que pueden ser igualmente preocupantes
Los CFCs destructores de la capa de ozono se cambiaron por los HCFCs, que también dañan la capa de ozono, aunque se supone que algo menos. La gasolina y el gasóleo tienen un sustituto, el e-fuel, en el que está poniendo grandes esperanzas la industria del automóvil. El e-fuel es “neutro en carbono” pero su quema produce tantos óxidos de nitrógeno como el combustible de origen petrolífero. El bisfenol A (BPA) se puede cambiar por el BPS, BPF, etc. Dada su cercanía química, estas variantes pueden ser casi tan preocupantes como la sustancia original.
Se esgrimen conceptos más o menos absurdos, como la neutralidad tecnológica
El mejor ejemplo es de la industria del automóvil, que aduce que no se puede dejar de lado ninguna tecnología (y sus sustancias asociadas, aunque sean tóxicas) a la hora de impulsar un automóvil, incluyendo la electricidad, el hidrógeno, los GLP y por puesto el tradicional motor de gasoil o gasolina. Siguiendo esta línea de pensamiento, los fabricantes de televisores ofrecerían modelos en blanco y negro de cañón de electrones como alternativa válida a las pantallas OLED.
Se protege a la infancia y a las embarazadas
El caso de los biberones con BPA que se prohibieron en Francia y en Dinamarca en 2011 es el más sonado, pero hay otros. En general, ante la sospecha de que algo sea tóxico, se empieza por apartarlo preventivamente del alcance de niños pequeños y embarazadas. Sigue la tercera edad y por fin el resto de la población.
Se crea y exhibe la etiqueta “libre de”
El paso final es asumir que la sustancia insana debe ser erradicada y sacar algo de partido de ello. Es el ancho mundo de las etiquetas “libre de”, a veces simplemente “lo que sea-free”. Tenemos botes BPA-free, crema de cacao sin aceite de palma, dentífrico sin dióxido de titanio, cereales sin transgénicos, sartenes sin PFAS. La gasolina sin plomo tardó en sustituir por completo a la gasolina con plomo, fue un caso de éxito tardío.
Jesús Alonso Millán