Un consumidor en el año 2050
13/03/2018
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París en el año 2050. Una vista del proyecto «Paris Smart City 2050″ de Vincent Callebaut Architectures.
Es muy posible que siga existiendo la necesidad de dormir, así que podemos empezar a las 7 u 8 de la mañana, cuando suena el despertador. El despertador en sí mismo será un aparato conectado con toda la parafernalia domótica de la vivienda, así que es posible que ya tenga el café listo cuando el ciudadano saque los pies de la cama (este elemento seguirá existiendo con pocas variaciones).
La limpieza personal utilizará una fracción del agua que derrocha hoy, gracias a sofisticados sistemas de mezcla de agua con aire a presión. Los jabones y champuses estarán libres de sustancias conservantes, lo más probable es que estén incluidos en la salida de la mezcla limpiadora de agua + aire (antes conocida como agua caliente). Y procederán del centro doméstico de fabricación (una versión muy modificada de las antiguas impresoras 3D) que se encargará de convertir los restos de aceites y grasas de la cocina en jabones y geles.
La ropa que se pondrá el consumidor del año 2050 estará tejida con materiales vegetales como algodón y lino, sin mezcla alguna de poliéster. Cuando se ensucia, se limpia sin usar agua en la lavadora de ultrasonidos, y cuando llega al fin de su vida, se lleva a la tienda para que la reciclen en circuito cerrado.
La mesa del desayuno exhibe rebanadas de pan integral, café (no existe el café de comercio justo, la producción injusta de café, té, cacao, etc. ha sido erradicada), un buen plato de humus, huevos ecológicos, etc. La vajilla sucia se limpia en una versión del antiguo lavavajillas que consume apenas medio litro de agua por lavado y recupera la grasa para enviarla al centro doméstico de fabricación.
Ya en la calle, el ciudadano del año 2050 ve como se le acerca solícito un vehículo autónomo, que abre la puerta y le invita a entrar. El vehículo es eléctrico y apenas pesa 50 kilos. Se pone en marcha con un suave zumbido y una velocidad de 30 km/h. El tráfico consiste casi exclusivamente en vehículos autónomos ligeros y algunas furgonetas para cargas más pesadas. No hay aceras ni semáforos. Todo el espacio público de la ciudad está abierto a peatones y vehículos sin restricción. Los vehículos autónomos detectan cualquier obstáculo con la suficiente antelación como para que no haya apenas frenazos bruscos. La densidad del tráfico rodado es veinte veces inferior a la que había en 2018, pues apenas 50.000 vehículos prestan el mismo servicio que antes hacían más de un millón. Por el contrario, el tráfico peatonal ha aumentado mucho.
De vuelta a casa, el centro domótico mantiene una temperatura agradable en la vivienda. Aunque es un día frío la calefacción tiene un consumo de energía que es casi literalmente el de un mechero. La vivienda está integrada en un edificio hiperaislado, en el que la ventilación automática garantiza aire fresco con mínimas pérdidas de energía. Una superficie no muy grande de paneles fotovoltaicos de alto rendimiento en la azotea asegura el abastecimiento de energía del edificio. La energía eléctrica es intercambiada con otros edificios y si es necesario con alguna central solar más distante. Parte de ella se envía a los recargadores de los vehículos eléctricos autónomos.
La cena (que se hace hacia las seis de la tarde) está compuesta en su mayoría por verduras, legumbres y hortalizas variadas, una parte de las cuales procede del gran huerto urbano del barrio. Hoy es un día especial y uno de los platos lleva carne de cordero, criado en el campo, claro está. Terminada la cena, los restos compostables se colocan en el compostador de la azotea (luego serán enviados al huerto) y el resto se procesa en el centro doméstico de fabricación. Este centro se encarga de producir todos los artilugios sencillos que se necesitan en el día a día, como cepillos de dientes o maquinillas de afeitar, así como consumibles como jabones y detergentes. La materia prima puede ser una resina orgánica que hay que traer del exterior o bien residuos de alimentos que la máquina puede reciclar ella misma.
Aunque parezca mentira, el prime time sigue existiendo. Los reproductores de pantalla solo se usan para ver películas antiguas, la mayoría del tele-entretenimiento se disfruta con cápsulas de realidad-casi-real adheridas al cuerpo. Los telediarios y la telebasura se siguen viendo en pantallas, por razones evidentes.