¿Utilizar el coche? Sí, pero con cabeza
27/07/2017
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Desde pequeños nos han inculcado que cuando lleguemos a la mayoría de edad nos saquemos el carnet de conducir y tengamos nuestro propio vehículo, es el sueño de muchos adolescentes de nuestro país. Esta ideología ha sido transmitida de padres a hijos durante generaciones, ahora bien, ¿estamos haciendo lo correcto? ¿deberíamos cambiar el chip?.
El transporte público tiene una gran cantidad de ventajas con respecto al vehículo privado, sabemos que es más eficiente respecto al consumo de energía y genera menos contaminación ambiental. Un autobús, convoy de metro o tren puede transportar una media de 60 personas ocupando el mismo espacio que 2 o 3 vehículos privados –que pueden transportar como máximo entre 10-15 personas– y emite una cantidad de CO2 equivalente a solo 5 vehículos. Aunque el vehículo privado también tiene sus pros: es más cómodo, no dependes de horarios, no tienes que preocuparte del equipaje y frente a una situación de emergencia puede ser un gran aliado.
A continuación os cuento mi experiencia personal… Hace un año me compré un vehículo por necesidades particulares (combinar trabajo y estudios), tenía un tiempo limitado para poder desplazarme de un lugar a otro y muchos días corría el riesgo de llegar tarde a la universidad o al trabajo, en transporte público suponía invertir 45 minutos de viaje, sin embargo en vehículo privado tardaba 20 minutos de trayecto. Entonces decidí que la mejor opción acorde con mi situación era comprar un vehículo propio.
Una vez tomada la decisión la pregunta era ¿un vehículo de segunda mano o completamente nuevo? Los vehículos nuevos suponen un gran desembolso de dinero, además era mi primer vehículo y todo lo que eso conlleva, rasguños y algún posible encontronazo con alguna columna de garaje, así que compré un vehículo a un particular por un precio razonable para el estado en el que se encontraba (muy buen estado y pocos kilómetros).
Me compré un vehículo de gasolina, ¿por qué? porque no iba a hacer un uso diario, únicamente cuando fuera necesario y corriera el riesgo de no llegar a tiempo a mi destino. Además el abono transporte (de momento) tiene un coste de 20 euros cada 30 días y supone un ahorro anual importante. A pesar de que los motores diesel tienen el atractivo de tener un menor consumo las reparaciones son más costosas, pagan más impuestos y la ITV (Inspección Técnica de Vehículos) es más costosa. Todas estos pequeños detalles hay que tenerlos en cuenta ya que puede suponer un ahorro anual importante.
Respecto al consumo de combustible, a pesar de ser de gasolina, tiene un motor de bajo consumo y según el uso que le doy no me supone más de 42 euros al mes. También es cierto que cuando tengo previsto realizar viajes de larga distancia (300 o más kilómetros) en solitario utilizo aplicaciones de uso compartido de automóvil como puede ser Blablacar o Amovens, que te permiten compartir vehículo con más personas y amortizar el viaje de todos los pasajeros.
En verdad, desde que tengo coche propio me hace la vida un poco más cómoda pero tampoco me olvido de mi abono transporte, lo uso diariamente. Cada persona debe elegir según sus necesidades y situación personal, pero no nos debemos de olvidar de que tenemos un entorno que debemos de cuidar y proteger, al fin y al cabo es nuestro hogar.
El uso del vehículo se puede ver como una necesidad o como un capricho, es mi caso es necesidad. Tal vez si existiera una gran red de coches compartidos repartidos por toda la ciudad que satisfaciera mis necesidades de transporte y fuera más rentable anualmente, me podría plantear ser usuaria de ese servicio y dejar a un lado mi vehículo privado. Estoy segura de que ganaría en ahorro y salud, ¿por qué no?